Harán
Esta es la historia de Taré, el padre de Abram, Nacor y Harán. Harán fue el padre de Lot, y murió en Ur de los caldeos, su tierra natal, cuando su padre Taré aún vivía. Génesis 11:27,28.
Cuando un ser querido muere, el dolor se apodera del corazón. Sé exactamente de lo que te estoy hablando. No hace mucho, un cáncer fulminante hizo que mi padre vaya al descanso mucho antes de lo que yo Imaginaba. A pesar del sentimiento de pérdida y de vacío, tengo que aceptar que la tarea de enterrar a mis antecesores es parte del proceso “natural” de la vida.
Desde la óptica de Dios, no hay nada de “natural” en la muerte. Ni de los ancianos ni de los jóvenes ni de los niños. La muerte es absolutamente antinatural. Dios nos creó para que fuésemos eternos.
De cualquier manera, en este mundo de pecado, no tenemos muchas opciones. La vida es un soplo y la muerte, una realidad que nos toca enfrentar.
El texto de hoy habla de la situación más antinatural de esta realidad, que ya es antinatural de por sí: el momento en el que un padre tiene que enterrar a su hijo.
Lo más cerca que pasé de esta situación con mi esposa fue haber perdido nuestro primer bebé en la novena semana de embarazo. La buena noticia es que Dios nos dará, en la mañana eterna, la posibilidad de reunimos con aquellos que perdimos. En mi caso, la oportunidad de conocer al bebé que nunca vi.
Si lees con atención tu Biblia, verás que las edades de los descendientes de Sem (Gén. 11:10-26) se van acortando considerablemente; y más, si las comparamos con las edades de Génesis 5. De los novecientos diez años de Adán, a los “apenas” seiscientos de Sem hay una enorme diferencia, que es más impactante si los comparamos con la temprana muerte de Harán, el primer hijo que tuvo que ser enterrado por su padre en la historia de este mundo.
Dios estaba allí, al lado de Taré, cuando enterró a Harán; así como estuvo al lado de mi cuando me dolió el corazón. También estará a tu lado cuando pidas unos brazos para llorar.
Tomado de: Lecturas devocionales para Jóvenes 2014
“365 Vidas”
Por: Milton Betancor
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